“Desde antes de crear el mundo, Dios nos eligió por medio de Cristo para que fuéramos sólo de él y viviéramos sin pecado. Dios nos amó tanto que decidió enviar a Jesucristo para adoptarnos como hijos suyos,…..” Efe I,4-5
Rafael es mi cuñado y muchas veces ha aceptado la invitación de acompañarnos a la iglesia, sin embargo desde el principio, no le gustó que la gente se dijera “hermano o hermana”. Según él, nunca llamaría hermano a alguien que no tuviera su misma sangre y que no fuese realmente su hermano. Eso era lo máximo y no a cualquiera llamaría de esa forma. Rafael tenía una bonita familia junto a sus padres y hermanas y quizá por eso pensaba como he señalado.
Han pasado muchos años y Rafael va a una iglesia cristiana y ha creído en el Señor, pero igual llama a la gente por su nombre y no “hermano Mario” o como sea, sino simplemente, Mario.
Pensando un poco, tal vez Rafael tiene razón. Quizá una forma de valorar nuestra familia es pensar que no cualquiera puede ser llamado mi hermano, y menos si no lleva mi sangre. Hace siglos, en los tiempos de sociedades con nobleza y aristocracia, eso de la sangre era muy importante, se hablaba de linaje y las familias eran muy cerradas al respecto. Efectivamente hoy en día en forma clara sabemos que la sociedad, la Ley y el mismo amor filial se sostiene entre la gente que tiene la misma sangre. Son parientes, hay un fuerte lazo, una ineludible unión. Rafael tenía razón. Entonces ¿de dónde surgió la idea de que la gente que va a la misma iglesia se llamen “hermanos”? Un amigo es algo grande, pero ¿hermano?
La verdad es que así como Rafael está en lo correcto, la gente que ha creído en Jesús también tiene razón porque existe un vínculo sanguíneo que los une. No, no pienses en pactos de sangre ni cosas así, no. Lo que ocurre es que si tú crees que Jesucristo es el Hijo de Dios y que murió en la cruz por tus pecados, transformándose así en tu salvador, la sangre que él derramó es la misma que ha sido derramada por cada uno de los que han creído, entonces efectivamente llevamos la misma sangre salvadora todos aquellos que aceptamos a Jesús como Señor. Por eso no está mal llamarnos hermanos, porque pasamos a ser todos hijos de Dios gracias a la sangre del Hijo mayor, Jesucristo.
Rafael terminó entendiendo.
¿Y tú?…. hasta cuando vas a esperar siendo un huérfano espiritual?…. por qué no te decides a aceptar a Jesús?. Su sangre él derramó por ti, no para llamarte hermano en alguna parte, sino para darte vida eterna……. Y a veces pienso, que esa ha sido la verdadera y más noble sangre de la historia.